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    La identidad fluida de Yasumasa Morimura

    “Estoy reescribiendo la historia a través de mi galería de personajes”, explica Yasumasa Morimura (Osaka, 1951) que empezó en 1985 a utilizar prótesis, maquillaje y vestuario para mimetizarse en arquetipos como la Mona Lisa de Leonardo, la Olimpia de Manet, La joven de la perla de Vermeer o celebridades como Andy Warhol, Marilyn Monroe o Michael Jackson, entre otros. “Lo que quería era saltar entre categorías binarias: masculino y femenino, oriental y occidental…”. Al asimilar identidades distintas, Morimura, un auténtico “camaleón humano”, desafía de forma imaginativa las nociones tradicionales de género, raza o nacionalidad. Mediante una suerte de revisionismo histórico, nos invita a reflexionar sobre cómo algunos protagonistas de la historia del arte han acabado convertidos en mitos anacrónicos, productos culturales o auténticos reclamos. “Hace tiempo que deseábamos contar de nuevo con la presencia de Yasumasa Morimura en nuestra programación, un artista con el que colaboramos desde hace más de veinte años, ya que sus proyectos son de los que más entusiasman al público”, expresa Juana de Aizpuru, “hemos procurado que su sexta exposición en nuestra galería coincida con PHotoEspaña, para que esta propuesta, que vincula la fotografía y el videoarte con la pintura, pueda llegar a un público más amplio.” 

    En la selección de fotografías que componen A Sympósion on Self-Portraits, Morimura se metamorfosea en algunos de los pintores más célebres de la historia, como Rembrandt, Van Eyck o Leonardo, y a través de estos autorretratos, analiza la evolución de la representación del “yo”. 

    Define su obra como “pintura que se viste”. ¿Recuerda la primera vez que se transformó en otra persona? Desde niño me gustaba hacer monólogos. Me convertía en protagonista de historias en las que volaba o luchaba contra alguien y hacía la obra yo solo. No me necesitaba público. De pequeño era muy insociable, y me sentía algo incómodo cuando tenía otros compañeros en escena o espectadores delante. De adulto, todavía sigo sin saber cómo comportarme en sociedad o cómo comunicarme con la gente. Hago arte mientras lucho contra esta falta de comunicación con el mundo. Digamos que el proyecto que llevo a cabo ahora, en el que me fotografío como otra persona, es una prolongación de aquel juego infantil. Sin embargo, este autorretrato actual es muy diferente del entretenimiento en soledad de mi infancia. En aquel, no puedes escapar del «mundo solitario». Pero las cosas cambian drásticamente cuando lo conviertes en un acto artístico. Es como la diferencia que existe entre un diario y una novela. Un diario no es algo que se enseñe a los demás. Es un acto que está cerrado a la sociedad. Sin embargo, una novela se escribe suponiendo que alguien la leerá. En otras palabras, escribir una novela es un acto de revelación a la sociedad del universo del diario. Del mismo modo, cuando mi juego solitario, que nunca estuvo abierto a la gente, se convirtió en un autorretrato artístico, pude por fin abrir mis acciones a los demás y tener un punto de contacto con ellos. Al invertir la percepción sobre mis propios defectos -no negándolos, sino haciéndolos útiles para el hecho artístico-, de alguna manera conseguí sobrevivir por mí mismo.

    Sus fotografías tienen muchas lecturas, desde la cultural y política hasta la perspectiva de género. ¿Qué pretende como artista? Que mi trabajo se pueda interpretar desde distintos ángulos. Esto es esencial en una obra de arte. Porque no es sólo un instrumento mediante el cual afirmar una postura. Personas con valores diferentes pueden apreciar la misma obra e intercambiar opiniones distintas frente a ella. Yo quisiera que mis obras fueran como una «plaza pública» en la que personas diversas pudieran debatir libremente sobre ideas dispares. También espero que mis creaciones sean una «plataforma» desde la que puedan entrar y salir múltiples puntos de vista. Por supuesto, hay una serie de temas que me interesan especialmente pero en lugar de hacer hincapié en ellos, quiero que mi propuesta contenga diversidad y multiplicidad y que refleje una amplia gama de valores… [Jorge Kunitz. Yasumasa Morimura, La habitación de Vermeer, 2016. Foto: Cortesía del artista y de la galería Juana de Aizpuru, Madrid]

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