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    Paret, el pintor «de singular ingenio»

    Luis Paret (1746-1799) está considerado como el más notable representante de la tradición del Rococó francés en España. No en vano se le ha denominado el «Watteau español». Con más de 80 obras, entre las que se encuentran la mayor parte de sus pinturas y una selección de sus dibujos, el Museo del Prado, con el apoyo de la Fundación AXA, quiere redescubrir a este “pintor mayúsculo” en palabras de Miguel Falomir, “premiado y castigado por el poder, que lo exilió sucesivamente en Puerto Rico y Bilbao, un hombre de gran cultura (dominaba el griego y el latín) y técnica superlativa, tanto en la pintura al óleo como en la acuarela, el dibujo o el grabado, cuyas inquietudes le llevaron también a la caligrafía e incluso la arquitectura”. “Pintor de singular ingenio” para Gudrun Maurer, comisaria de la muestra, Paret no tuvo una vida fácil y su accidentada biografía le impidió alcanzar el reconocimiento que merecía. Coetáneo de Francisco de Goya, nació en Madrid de padre francés y madre española. A los diez años ingresó en la Real Academia de San Fernando, donde fue alumno de Antonio González Velázquez. En 1763 atrajo la atención del infante don Luis, quien le tomó bajo su tutela y le costeó tres años de estancia en Roma. La relación del artista con el hermano del rey tuvo un final desastroso en 1775, cuando se le acusó de procurar mujeres jóvenes a su regio mecenas y Carlos III lo desterró de Madrid. Fue condenado a presidio en la isla de Puerto Rico, aunque la pena fue conmutada tres años después por la de destierro a cuarenta leguas (unos 223 km) de la Corte y Reales Sitios. Ese castigo condicionó seriamente la carrera del artista en la Corte, iniciada solo nueve años antes, en un momento en el que no solo acababa de ser empleado por el infante don Luis, sino que había realizado ya algunos trabajos para el rey y los príncipes de Asturias, y empezaba a ser solicitado por una clientela privada interesada en sus novedosas pinturas de gabinete. Su trayectoria se enderezaría nuevamente en Bilbao, ciudad que eligió tras su involuntario exilio en el Caribe y en la que permanecería durante diez años, hasta 1789. Allí creó su obra más variada, con su originalidad y belleza habituales. A su regreso a Madrid su actividad como pintor se redujo al no lograr más que tres encargos pictóricos de envergadura. En los últimos diez años de su vida se dedicó mayoritariamente a ilustrar libros y estampas además de desempeñar el cargo de Vicesecretario de la Academia y Secretario de la Comisión de Arquitectura. La muestra en el Museo del Prado puede visitarse hasta el 21 de agosto.

    Autorretrato vestido de azul, h. 1780. Colección Abelló
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