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    Retratos de cine. Una conversación con Gerald Fox

    No siempre es fácil entender el arte emergente y muchos espectadores se preguntan cuando visitan un museo o una exposición sobre lo que están viendo. En la National Portrait Gallery, de Londres, se han venido proyectando desde octubre hasta este mes, la serie de películas que Gerald Fox (Reino Unido, 1963) ha rodado en los últimos veinte años sobre algunos de los artistas esenciales del panorama contemporáneo. Fox ha exhibido sus películas en la 53° edición de la Bienal de Venecia y en la Zabludowicz Collection, ha ganado un BAFTA, dos Grand Prize del Festival of Films on Art de Montreal, así como el ThePrix Italia y el Grierson Best Arts Documentary.
    Hasta el momento, el documentalista inglés ha filmado siete monográficos sobre la vida y obra de un artista, internacionalmente reconocido. Difícilmente se puede pensar en una mejor manera de acercarse a la obra de un artista contemporáneo mientras nos explica él mismo su proceso creativo. Fox ha grabado al francés Christian Boltanski, al americano Claes Oldenburg, pionero del PopArt, al tándem inglés Gilbert & George que se fotografían constantemente, al escultor Marc Quinn, a los fotógrafos Gerhard Richter y Robert Frank, y al brasileño Cildo Meireles y sus monocolores espaciales. Y aún habrá más. Gerald Fox se ha metido de lleno en la vida y obra de estos artistas, con pasión, dedicación y arte. Confiesa haber trabajado con cada uno de forma diferente y haber tenido que adaptarse a ellos, a su forma de ser y a su manera de crear. Las películas no existirían si no hubiese surgido esa colaboración de los dos bandos, el del cineasta y el del artista filmado y atrapado como se diría, ‘con las manos en la masa’. Fox les ha dejado hablar como han querido de su obra. En sus casas. En los museos. Con sus familiares.

    ¿Cómo surgió la idea de un proyecto cinematográfico sobre la vida de un artista y su forma de trabajar?
    Es un proyecto que se ha desarrollado a lo largo de muchos años. El primer retrato lo hice sobre el artista francés Christian Boltanski. Siempre me interesó mucho la idea de hacer retratos cinematográficos en colaboración con el artista. Te permiten aprender sobre su obra y proceso creativo pero también sobre el propio artista. Me acuerdo de cuando vi las películas sobre Picasso y Dalí. ¡Me fascinaron!. Son documentales maravillosos que te sumergen en el proceso creativo mejor que nada. Por eso decidí, hace muchos años, invertir mi energía y esfuerzo en realizar películas sobre grandes artistas contemporáneos e internacionales.

    ¿Qué le hizo elegir a estos artistas?
    No los conocía personalmente pero los admiraba. Me interesaba la obra que hacían con audio y video. Podía filmar toda su obra. También, tuvieron algo que ver las casualidades. Claes Oldenburg, por ejemplo, realizó una retrospectiva en el Guggenheim de Nueva York y cuando la vi pensé que era una buena oportunidad de proponerle hacer una película sobre él y su obra. Podía filmar todo en el contexto de la exposición, del montaje…
    Era una estupenda oportunidad para ver su obra in-situ y descubrir como trabajaba el artista y montaba la exposición. La mayoría de las veces mi elección suele estar condicionada por una gran retrospectiva que me permite tener su obra reunida y, a la vez, verlo trabajar en el contexto mismo. En el caso del fotógrafo Robert Frank, estaba haciendo una exposición en la Tate Gallery.
    De no haber sido así, ¡él nunca me hubiera dejado grabarle mientras trabajaba!. Pero como estaba haciendo esa exposición, la gente de la Tate le convenció y aceptó.

    ¿Pusieron los artistas alguna condición o sugerencia en su propia película?
    Los artistas no pueden poner condiciones. Una vez aceptan hacer la película tienen que asumir que nosotros llevamos las riendas de la producción y la dirección. Si no, se volvería una mera propaganda sobre el artista y ése no es el propósito. Lo importante en este tipo de películas es contextualizar la vida del artista y tener una voz crítica para que la gente entienda. Para que luego surja un debate. En todas hubo colaboración, especialmente con Gilbert & George y con Marc Quinn. A Gilbert & George, por ejemplo, les convencí para que se pintasen las caras y salieran a la calle haciendo una especie de escultura viva con sus cuerpos pintados en rojo. Las películas son, en eso, genuinos retratos en los que se está en conjunción con el artista.
    Como si estuvieras literalmente pintando su retrato sobre un lienzo.

    Después de haber pasado tanto tiempo con ellos, ¿hasta qué punto están unidas sus vidas privadas y profesionales?
    Depende del artista. En el caso de Gilbert & George no hay distinción. El arte y su vida están indisolublemente ligados. No se sabe donde empieza su vida privada y donde la profesional.
    ¡Son como esculturas vivas!. Pero otros tienen una separación más definida. Lo interesante entonces es capturar escenas de su vida íntima para contrastarlas con su vida profesional.
    Robert Frank me proporcionó momentos maravillosos con su mujer en el estudio y en su casa. Cuando ella se ponía a gritar, él gritaba también, todo parecía sobrepasarle. Son instantes muy especiales porque se ve la relación que tienen. Pero cada artista es diferente…

    ¿De qué manera cambió su percepción del artista o de su arte?
    Absolutamente. Acabas conociéndolos, entendiéndolos, y ves su arte de forma distinta porque lo percibes a través de ellos mismos. Por ejemplo sabía muy poco sobre la obra de Cildo Meireles, y lo que aprendí fue muy enriquecedor. En sus obras habla de la historia de Brasil y elabora una protesta muy efectista sobre el régimen brasileño. Gilbert & George se mostraron al principio muy reticentes a revelarme su auténtica personalidad pero cambiaron radicalmente cuando se enteraron de que mi madre les había conocido hacía muchos años y ¡habían bailado con ella toda la noche en Londres!. Cuando se lo comenté, ¡se acordaban perfectamente!. Mi madre me dijo que nadie hablaba con ellos, y ellos me dijeron que nadie hablaba con ella. El resultado es que se divirtieron mucho juntos y fue una noche inolvidable para los tres. A partir de ahí, se ‘abrieron’ a mí. Para hacer una película con estos artistas, lo principal es ganarse su confianza. Sacas lo mejor de ellos.

    ¿Existe una línea en común en su proceso creativo?
    La mayoría de ellos usan la fotografía aunque de forma diferente. Christian Boltanski encuentra fotografías que contrasta con otras. Gilbert & George se fotografían a ellos mismos y con el mundo. La fotografía es la base de su trabajo. Marc Quinn y Robert Frank son también grandes fotógrafos. Gerhard Richter pinta la fotografía. Todos usan la fotografía para explorar y entender el mundo en profundidad, ya sean escultores o pintores. Eso fue uno de los temas fundamentales. También les unía su absoluta dedicación al trabajo. Para mí, eso es lo que los convertía en unos creadores muy poderosos. Son artistas totalmente volcados a su arte y a lo que quieren decir. Como todo gran artista de hecho.

    ¿Es importante que los artistas no pertenezcan a un mismo país?
    Yo busqué retratar a artistas de países diferentes para descubrir a través de cada uno la imagen subyacente en sus obras, de su país y de su cultura. La película se convierte también en un retrato de la ciudad o del lugar de procedencia del artista. En la obra de Gilbert & George se aprecia la parte de Londres en la que viven, un barrio muy especial donde antes vivían judíos y ahora hay más musulmanes. Las fotos de Robert Frank son un retrato de Nueva York. Boltanski es París. Meireles es Río de Janeiro. Poder transmitir la cultura del lugar y la efervescencia de esa ciudad es algo muy excitante para un director.

    ¿Cómo es un artista ante la cámara?
    Todos se comportaron de forma diferente. Oldenburg era el más tímido aunque luego fue el que mejor hablaba. Por el contrario, a Gilbert & George les encantaba actuar frente a la cámara. Estaban muy acostumbrados. Marc Quinn no quería dar ninguna pista sobre su arte, prefiere que la gente saque sus propias conclusiones. Teníamos que aceptar sus actitudes ante la cámara y, por supuesto, no podíamos ser nada rígidos. Si no, el artista se ponía a la defensiva.

    ¿Cuánto tiempo necesitó para cada retrato?
    Podía llevar unos días, aunque fuera un trabajo muy intenso, como ocurrió con Robert Frank. Con Gilbert & George estuvimos trabajando juntos casi un año y medio. Depende del tiempo que ellos mismos te den, y también del dinero de que se disponga para hacer una película.

    ¿Va a venir a España?
    No lo tengo previsto la verdad. La película de Robert Frank se mostró en Barcelona durante una de sus exposiciones. Pero las demás aún no. Mucha gente entiende mejor la obra del artista cuando se la explicas visualmente y junto al creador. ¡Ojalá tuviéramos documentales sobre Miguel Ángel!. Estas grabaciones son muy importantes. Difíciles de hacer, eso sí, ya que se necesita mucho dinero.

    Turbadores descubrimientos
    “Gilbert & George me sorprendieron al enseñarme cómo creaban un mundo entero usando un microscopio para mirar sus propios líquidos corporales, el pis, el esperma, la sangre… Al principio me chocó. Pensé ‘¿pero qué hacen?’, ‘¡se han vuelto locos!’. Para ellos, eso es la vida y usaban los fluidos para describir la vida, la muerte y el tiempo. Cuando una célula muere renacen otras miles. Cuando las células trabajan el cuerpo descansa –nos cuenta Fox- Boltanski hacía piezas con telas y eso, también, me pareció muy interesante. Sobre todo cuando descubrí que sus miles de telas en el suelo eran una alusión al Holocausto y a la cantidad de judíos que tuvieron que quitarse la ropa para entrar en las cámaras de gas. Espeluznante. Robert Frank retrata a la gente de Nueva York. Gente anónima que le inspira, desconocidos que cambian su visión del mundo y por ende, la del espectador. Eso es lo que hace un gran artista, hablar por alusiones sin que sea demasiado obvio. Sugestionar”.

    Un contratiempo fatal
    El cineasta recuerda un episodio tragicómico: “Cuando fui a filmar a Oldenburg, el último día, tenía que hacerlo con dos cámaras para filmarle a él y a su obra. Yo tenía lentes de contacto y algo se me coló en un ojo. Fui al baño y perdí la lentilla. Tuve que filmar todo el día completamente ciego de un ojo. Fue un día horrible en el que estuve preocupadísimo pensando en el resultado. Al final, filmé con un pelo delante de la cámara sin que me diese cuenta. Con Robert Frank, que tiene un carácter fuerte, un día se encerró en su cuarto y no había manera de que saliera. Su mujer vino hacia mí y me dijo que yo no debía tenerle miedo. Yo le contesté que no le tenía miedo en absoluto y me dijo que debería tenerle miedo, ¡que todo el mundo le tenía miedo!. Necesitaba enfadarse para que la cámara le captase deliberadamente de esta manera.”

    Jacinta Cremades

    Fox

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