“Hay pocos maestros antiguos más venerados en la era moderna que Rembrandt van Rijn (1606-1669), y quizás aún menos cuyo trabajo sea más ferozmente contestado. A pesar del anhelo de certeza que existe sobre lo que pintó o no pintó, ni siquiera el Rembrandt Research Project, ha sido capaz de elaborar un catálogo definitivo, haciendo que cualquier nuevo consenso en torno a una obra suponga un hito para nuestra comprensión del artista”, dice la crítica e historiadora del arte Susan Moore.
Rembrandt no sólo fue un artista prolífico sino que también estuvo rodeado de numerosos estudiantes, algunos aprendices tradicionales, otros jóvenes profesionales talentosos cuyas pinturas de taller pudo haber firmado. Inevitablemente, había similitudes de estilo, materiales y técnica. Quien intente identificar la obra del artista debe tener en cuenta también la inteligencia pictórica de una imagen atribuida a un maestro tan complejo e innovador como él.
Ese ha sido el reto de los expertos enfrentados a La Adoración de los Reyes, ejecutada hacia 1628, en brunaille y grisalla. Esta pequeña tabla de roble (24,5 x 18,5 cm) fue considerada durante mucho tiempo una obra autógrafa, es decir, auténtica: inventarios de los siglos XVIII y XIX y catálogos de subastas así lo sugieren. En 1985 llegó a una subasta de Ámsterdam en la que, sin embargo, se puso a la venta como una obra del Círculo de Rembrandt, y con esa descripción volvió a revenderse en 2021. La pintura, que fue estimada entre 10.000 y 15.000 euros, cambió de dueño por 850.000 euros. El 6 de diciembre se subasta en Sotheby’s, tasada entre 11 y 16 millones de euros, después de tres años de exhaustivo estudio científico que la avalan como un trabajo original del maestro holandés.
Del cada vez más reducido número de pinturas del genio que aún permanecen en manos particulares, la gran mayoría son retratos o tronies, y apenas hay pinturas de historia, lo que refuerza la rareza de esta obra.
